El conflicto social que acabamos de vivir expresa la culminación de todo un proceso en el que los diferentes sectores acaban de liberarse del control político del gobierno del MAS. Ya no existe más la ilusión de que el gobierno indígena de Evo Morales va a cambiar este país en favor de los pobres. Los diferentes sectores estamos viviendo en carne propia la reiteración de las viejas políticas de la clase dominante que consiste en cargar el peso de la crisis sobre las espaldas de la mayoría empobrecida del país para garantizar las ganancias de los empresarios privados nacionales y de las transnacionales que se han convertido en “socias” de este gobierno.
Frente a la presión cada vez más agresiva de los diferentes sectores por resolver sus problemas de supervivencia, este gobierno acentúa cada vez más nítidamente sus perfiles derechistas. Es un fiel ejecutor de la política imperialista en materia de sueldos y salarios, acentúa la tendencia a liquidar importantes conquistas sociales del movimiento obrero y del magisterio como la franca destrucción del Escalafón Docente y empieza utilizar la violencia estatal para aplacar las explosiones del malestar social. En la conciencia de la mayoría de los bolivianos existe la convicción de que este gobierno hace lo que todos los gobiernos burgueses están ejecutando en todas partes, para salvar los intereses de la clase dominante, carga sobre las espaldas de los pobres todo el peso de la crisis del sistema.
Todo este conjunto de elementos constituye la situación política que define, en última instancia, el comportamiento de los conflictos sociales que todos los días estallan y las posibilidades de los diferentes sectores en lucha. Se trata de un proceso de rápidos cambios en la conciencia de los combatientes, muy contradictorio porque se vive un período de grandes desequilibrios económicos, sociales y políticos.
De lo que se trata es hacer un análisis objetivo de las características de este proceso, descubrir sus dificultades y prever sus perspectivas. Sólo así se podrán asumir los objetivos y las tácticas adecuadas que servirán de palanca para impulsar las futuras movilizaciones.
El gobierno, al desmontar el sector más radical del movimiento que fue el de la salud y de las universidades, ha logrado parar momentáneamente la incorporación de los otros sectores que también reivindican objetivos que emergen de la agudización de la miseria. Porque nada se ha resuelto en el conflicto anterior, casi inmediatamente, los diferentes sectores se verán obligados a reanudar la lucha y es tarea de las direcciones preparar esa segunda oleada social superando las fallas actuales.
Una de las grandes limitaciones es que no se ha logrado estructurar efectivamente el pliego único nacional que encarne los intereses de todos los sectores y garantice el ingreso y el desenlace unitario del conflicto. Todos han iniciado sus movilizaciones por objetivos diversos y hasta contradictorios, como ha ocurrido con los transportistas que han chocado frontalmente con la juntas vecinales; sin embargo, en estas movilizaciones se han encontrado los combatientes en el mismo tiempo y escenario, lo único común que había entre ellos era el rechazo y el odio al gobierno represivo y hambreador. Esa ausencia del pliego único se debe básicamente a las limitaciones de una dirección incapaz de articular los intereses de todos los sectores. Los dirigentes de la COB y de las confederaciones no han hecho nada en este sentido y, por el contrario, aquellas directamente influencias por el oficialismo han tratado de desviar los verdaderos objetivos de la lucha y han saboteado las movilizaciones de las bases.
El sector de salud y las universidades, aun no habiendo logrado la derogatoria de la 1126, logran arrancarle la reincorporación de los despedidos y la devolución parcial de los descuentos por días de huelga. Señalan que sólo han vivido un episodio de la lucha y que volverán a nuevas jornadas para frenar las pretensiones del gobierno de usar la Cumbre Social de la Salud para volver a arremeter.
Los ritmos de la incorporación de los otros sectores han sido muy dispares. En el magisterio, por ejemplo, sólo sus minoritarias capas de vanguardia han participado de las movilizaciones. La gran masa, al ver mediatizados sus objetivos (el aumento de sueldos, la nivelación de sueldos con los rurales allí donde trabajan en las mismas condiciones, etc.) veía como algo lejano la satisfacción de sus necesidades inmediatas. Otro factor que ha obstaculizado la incorporación del magisterio ha sido el miedo a los descuentos por días de paro.
Este conflicto ha puesto en evidencia el verdadero sentido de la huelga que, en el capitalismo es una estocada mortal en el corazón de la clase dominante y del Estado, a condición de que la acaten los sectores productivos. Los paros y huelgas decretados irresponsablemente por los dirigentes sindicales, sin haber logrado el acatamiento de los mineros, fabriles y otros, sólo han servido para desgastar al magisterio y a los trabajadores de servicios.